Reflexiones para tí.

La única manera de fructificar

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. Juan 15:4, 5.

¿No podemos hacer nada sin Cristo? El ateo, el que reniega de Dios, ¿no puede ser un gran político, un gran arquitecto, un gran médico, un gran deportista, un buen ciudadano o incluso un gran filántropo o ayudador social?

Permíteme decirte que sí: la simple observación nos demuestra que todos ellos pueden desempeñarse en la vida con éxito sin necesidad de ser creyentes, profesar el cristianismo o ser religiosos cristianos; incluso, aun cuando sean archienemigos de la fe cristiana.

Pero Jesús no está hablando de eso; está hablando de la vida realmente espiritual; de reconciliarte plenamente con Dios; de estar en plena armonía con su amor, con su carácter y su voluntad; de vivir esa nueva vida, purificada y transformada, obra de un milagro divino en ti.

Así como un racimo de uvas en cierne, si lo cortas de su rama deja de recibir la savia que le transmite la vida de la planta, y termina secándose, y abortando su crecimiento y su fructificación, únicamente puedes ser cristiano y dar frutos de amor si permaneces unido a Jesús.

Para eso, es imprescindible que busques cada día una comunión íntima con él, una vida realmente religiosa, y no solamente una ejercitación moral. Necesitas escuchar su voz, que te habla por medio de su revelación, la Biblia, especialmente cuando contemplas su vida maravillosa y sublime revelada en los evangelios. Necesitas hablarle, comunicarte con él, abrirle tu corazón por medio de la oración. Necesitas vivir por fe, confiando en él en las pequeñas y en las grandes cosas de la vida cotidiana, y atreviéndote a vivir de acuerdo con sus indicaciones reveladas en su Palabra; es decir, practicar el cristianismo. Necesitas servirlo, estando siempre disponible para ayudar a tu prójimo en necesidad, transmitiéndole el amor de Jesús por medio de tus palabras, gestos y ayuda abnegada, y dándole a conocer el mensaje del evangelio, para rescatarlo de la perdición, como Jesús lo hizo contigo.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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